En 1766,
el rey Carlos III cambia su residencia del Palacio Real de Madrid al Palacio
Real de Aranjuez y es cuando compra la finca del Cortijo, como lugar fértil
para el aprovechamiento de productos agrícolas, entre ellos espárragos, habas,
fresones y berenjenas y especialmente vinos y aceite de oliva. Puso en práctica
un sistema que combinaba la industria agrícola propia de la etapa ilustrada,
con los deseos de utilización de un entorno natural, debido a la extensión de
la zona, la vegetación tan fértil y su proximidad a los canales de regadío. Los
productos de la explotación agrícola servían como alimento en los menús de
palacio. A nuestros días ha llegado al Cortijo con numerosas modificaciones
pues pasó sucesivamente de un arrendamiento a otro en los reinados de Carlos
IV, de Fernando VI e Isabel II, la cual vio imposible seguir manteniendo la
finca por sus elevados costes, vendiéndola al General Juan Prim y Prats, y en
ese momento dejó de ser Patrimonio de la Corona, y pasó a manos privadas.
En 1944,
el Instituto Nacional de Colonización compró las tierras procediendo a su
parcelación, ofreciendo lotes de parcelas de 4 y 5 has, a los obreros que
trabajaban en esta finca, y a agricultores de Aranjuez, de Villaconejos, y
algunos de Colmenar de Oreja; luego a agricultores otras provincias.
El
Instituto Nacional de Colonización construyó dentro del perímetro histórico del
Cortijo un poblado de colonización con su arquitectura característica, y nuevas
viviendas hasta completar el anterior casco antiguo, sin respetar ni mantener
la configuración original, conformando su aspecto actual.
Para
acondicionamiento de la finca Carlos III ordenó la construcción de dos canales
de riego: Canal de la Cola Alta y Canal de la Cola Baja. El acceso al Real
Cortijo está flanqueado por olmos frondosos que hacen de antesala al conjunto
pentagonal de casas adosadas que rodean la famosa capilla. Con una superficie
total de más de 30.000 m2, las zonas verdes que rodean al Real Cortijo se
conocen como el coto, la pradera y el jardín grande.
El conjunto arquitectónico fue levantado por Manuel Serrano, en la década
de 1770, aunque más tarde fue terminado por Manuel Oliva. Es un conjunto de
edificios de configuración pentagonal, con urbanismo muy geométrico del barroco.
De aquel Real Cortijo siguen en pie los edificios principales, la casa Grande,
la Capilla y la Plaza del Pozo, la Bodega y la Cueva.
El centro fundamental es la Iglesia, que sobresale en altura del resto de
los edificios. Consagrada en 1789, no es original del complejo, se construyó por
orden del Rey a causa de la estrechez que sufrían los empleados y peones que
acudían al oratorio del Cortijo. De estilo neoclásico, en ladrillo visto y con
detalles en piedra blanca, el pórtico se adorna con cuatro columnas de estilo
dórico, tiene dos torres de campanarios que albergaron dos campanas de bronce.
También debemos al rey una vaquería para 100 vacas de ordeño, cuadras para
50 pares de mulas de labranza, graneros para guardar granos, habitáculos para
guardar paja y alfalfa, un patio con pozo y abrevaderos, grandes corrales para
el ganado lanar, 3000 cabezas de ovejas. Se construyeron otros edificios, algunos
de los cuales ya han desaparecido como los molinos …
Es preciso
hacer constar que se plantaron 250 ha de cepas para vino no autóctonas,
importadas de otros países con carácter experimental; y 300 ha de olivos con
los cuales obtener vino y aceite de oliva. Ése es el motivo por el que se
construyó la inmensa y única bodega subterránea, ubicada a la entrada del
pueblo, enclavada bajo un montículo del jardín grande, mirador donde el Rey
contemplaba toda la vega de Aranjuez. Bajo éste, el acceso desde los jardines a
la galería subterránea de la bodega es una monumental portada de piedra de
Colmenar, de estilo neoclásico, situada en el centro de un muro de planta
semielíptica y formada por tres vanos divididos por pilastras toscanas que
alojan un arco central de acceso y dos arcos menores laterales adintelados.
La bodega permanece intacta, en uso y es visitable. Hoy la gestiona una empresa
vinícola y se conoce como la Bodega del Real Cortijo. Disponía de un lagar
donde se pisaban las uvas, una fresquera para la crianza del vino y del aceite,
el cocedero donde fermentaba el vino y la almazara a 100m en las inmediaciones
de la puerta de Carros, puerta principal de la bodega.
Permanece el lagar, una nave neoclásica abovedada una larga edificación de
70x12 m; formada por 14 pórticos transversales constituidos por arcos formeros;
dos filas de columnas de fábrica de ladrillo de sección cuadrada con cabezas de
piedra de Colmenar donde descansan catorce grandes bóvedas tabicadas en media
naranja que cubren la nave central.
También se pueden visitar las espectaculares galerías subterráneas, con una
superficie de 2500 m2, y 4,50 metros de anchura, recorriendo unos 385 m bajo el
pueblo, que mantienen unas condiciones de temperatura 12 º C y la humedad
relativa del 85 % que no varían en todo el año. Construidas en ladrillo visto,
el ramal principal fue concebido para la guarda de vino y por ello su bóveda
central tiene una pendiente continúa de aproximadamente un 3%; albergaba 187
tinajas de 25 arrobas alojadas en hornacinas, de 2m de diámetro y 3,30m de
alto. El segundo ramal, utilizado antiguamente para almacenar el aceite, es una
galería de 115 m, de formada por una nave abovedada de 6x4,50m con tinajas de
barro cocido con capacidad de 28 arrobas (350 l) para la guarda del aceite. Los
ramales tienen tragaluces y óculos
centrales de sección circular que, en chimenea, salen al exterior y sirven de
respiraderos.