Es el monumento más famoso de Arequipa y Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Un gigantesco complejo de unos 20000m2, data del siglo XVI, y constituye una ciudadela dentro de la ciudad de Arequipa. En 1970, el monasterio se dividió en dos partes, una antigua que se abrió al público y otra moderna, el área del norte, que es donde viven actualmente las monjas en clausura. A Iglesia de Santa Catalina, abierta al público, acceden las monjas desde un ámbito no visible.
Fundado en 1579 por un acuerdo entre el Cabildo de Justicia y Regimiento de Arequipa y el Obispado del Cusco y gracias a la donación de los bienes de doña María de Guzmán, viuda de don Diego Hernández de Mendoza para la construcción de un monasterio en honor a Santa Catalina de Siena, de la que sería su primera priora. A lo largo de los siglos XVII y XVIII muchas monjas de familias pudientes ingresaban al convento. A partir del s XVI, con la mayor población en este convento, vivían alrededor de 500 mujeres de las cuales sólo 180 eran religiosas, el resto eran doncellas que las servían, niñas que vivían como educandas, como en un internado y las refugiadas que se permitían en el convento por derecho de asilo. Entre todas las religiosas que habitaron en el convento, la más famosa es Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, piadosa mujer que llevó una vida de austeridad, a quien se le atribuye la capacidad de predecir hechos, y que por diversos hechos milagrosos fue beatificada por Juan Pablo II. Las monjas de clausura no vivían de una manera monástica, cada una tenía su apartamento, por eso Santa Catalina es como un municipio en miniatura amurallado. Al parecer las celdas intrusas que forman la ciudadela comenzaron a construirse tras los terremotos que destruyeron los ambientes casi completamente en el año 1600, y con la erupción del volcán Huaynaputina. Por ello existen calles adornadas con geranios, blancas del sillar (toba volcánica puzolánica de color blanco, muy usada en la antigua Arequipa) o pintadas de rojo o azul añil, la sencillez geométrica matizada por la luz peruana y el color.
El monasterio de Santa Catalina es un muestrario de cuatro siglos de arquitectura arequipeña. La arquitectura colonial y andalucista se mezcla con un aire indígena, su peculiar estilo es producto de una turbulenta historia sísmica y del mestizaje y la innovación de los alarifes sin formación académica estilística. Tras el sismo de 1868 se mantiene el estilo colonial austero del conjunto, sin mayores aspavientos ni cambios de estilo (que sí sufrieron otros templos), haciendo primar el conjunto a la individualidad. Se conservan las soluciones primitivas como los masivos muros, los arbotantes o la construcción de recias arquerías asentadas sobre pilares.
Lo que más atrae de esta ciudadela es su intermitente y cautivante tejido urbano, su dramático tratamiento de la luz, el abrupto y sorprendente manejo de escala, el lenguaje sobrio propio de un convento de clausura. El Monasterio se encuentra a una cuadra hacia el norte de la imponente Plaza de Armas deArequipa. Urbanamente se distingue del resto del damero colonial rompiendo su geometría. El primer monasterio fue erigido en un terreno modesto compuesto por 4 solares, pero adiciones y donaciones importantes lo harían extenderse hasta ocupar una manzana y media. Dentro de este recinto, patios de proporciones cuadradas definidos por claustros en la zona sur contrastan con una trama más irregular y orgánica en la zona norte, que es más antigua.
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Calle Córdoba |
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Calle Toledo |
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Calle Sevilla |
El Monasterio se compone de dos cuerpos, el antiguo convento y el nuevo, con tres claustros. Hay un verdadero laberinto compuesto de una cantidad de calles y callejuelas en toda dirección y atravesado por una calle principal a la que se sube como por una escalera. Estas callejuelas están cerradas por las celdas, algunas de las cuales tienen un patio de entrada bastante espacioso, como para criar aves y en donde se encuentra la cocina y el alojamiento de los esclavos y un segundo patio, en el que se han levantado dos o tres cuartos, además de un jardín y un pequeño retiro cuyo techo forma una terraza.
Claustro mayor: 1715-23, el claustro más grande del Monasterio, al fondo se observa la cúpula de la iglesia.Todos los claustros tienen en su perímetro pinturas destinadas a la preparación, enseñanza y catequización de religiosas.
Claustro de los naranjos: 1738, de un característico color añil. Cada Viernes Santo, las religiosas representan la Pasión de Cristo en estas tres cruces verdes.
Plaza Zocodover: los domingos muy temprano las religiosas se reunían para intercambiar algunos hilos, telas u objetos que ellas mismas elaboraban.
Lavandería: 1770, se abastecía de agua mediante acequias, con 20 medias tinajas que servían de bateas. El agua corría por un canal central, que se desviaba a cada tinaja colocando una piedra al desaguar, un canal subterráneo se llevaba los desechos al río.
La sucesión de plazas, patios y callejuelas, conforman un paisaje urbano complejo, por momentos laberíntico, muy rico en sensaciones visuales y espaciales. Recorrer el pintoresco monasterio-ciudadela expone al visitante a una experiencia fenomenológica estimulante y variada. Los espacios se incardinan a lo largo de una secuencia de espacios públicos y privados.